No nos es extraño que cuando se trata de idiomas, los niños pequeños suelan ser los que más rápido los aprenden, en comparación a jóvenes y adultos. Ahora, un estudio se ha encargado de investigar las posibles causas de este fenómeno, y mucho tendría que ver la forma en la que sus padres les hablan.
La respuesta estaría en la forma en la que los mayores hablan a sus hijos, pues los padres parecen tener unos modelos muy concretos sobre el conocimiento de sus niños y los emplean para “adaptar el idioma” al hablarles.
Por otra parte, los adultos tienen la tendencia de hablar con los menores más lentamente, con un tono más elevado, con una entonación más exagerada e, incluso, introduciendo preguntas para comprobar que les han entendido. Todas estas características facilitan que los más pequeños se familiaricen más con el lenguaje y también permite a los padres saber cuánto saben los niños sobre el idioma para cambiar la manera en que les hablan y que así estos los comprendan.
De esta forma, este proceso es factible porque, como decimos, los padres saben cómo es el lenguaje de sus hijos puesto que los ven crecer e ir aprendiendo. Y aprovechando eso, pueden afinar la forma de comunicarse con ellos.
Siguiendo esta tendencia, según va aumentando la fluidez del lenguaje, la estructura que tienen las oraciones es mayor, así como la complejidad que usan las personas adultas al hablar. Tal y como comparan los investigadores, sería como cuando los estudiantes aprenden matemáticas, ya que progresivamente van avanzando en dificultad según van aprendiendo.
Asimismo, en este estudio también han analizado cómo las personas adultas (incluyendo a padres, tutores y cuidadores) consiguen ajustar sus interacciones con el desarrollo del habla de cada niño.
Para ello se realizó una actividad a pequeños de entre 15 a 23 meses de edad que consistía en que, junto a sus padres, debían escoger un animal de un grupo de tres. La mitad de los animales que se les ofrecía era de los que se suele aprender pronto (como el gato o la vaca). La otra correspondía a aquellos que los niños suelen conocer más tarde, como el leopardo o el pavo real.
Lo que se midió a través de este fueron las diferencias entre la forma en la que los padres hablaban de los animales que pensaban que sus hijos no conocían y la de aquellos que pensaban que sí conocían. Con este experimento comprobaron que los padres eran capaces de modificar la manera de hablar según si notaban si sus hijos conocían al animal o no.
En Bilbury Preescolar sabemos lo importante que es para los pequeños desarrollar una segunda lengua, es por eso que somos un colegio bilingüe enfocado en potenciar el idioma inglés a través de nuestras materias y líneas de acción en donde el alumno hará de este idioma una práctica vivencial.