“Hallazgos como este ayudarán a padres y educadores a brindar un mejor apoyo a los niños cuando exploran y aprenden sobre el mundo de manera activa”, comenta Wang.
Y es que, precisamente, del estudio podemos extraer un aprendizaje muy enriquecedor: la manera de fomentar que nuestros hijos sientan curiosidad innata por saber más sobre las cosas.
¿Cómo podemos hacerlo?
Fomentando esa curiosidad con nuestra capacidad racional.
Para conseguirlo, tomamos la palabra de Jordi Nomen: no hemos de quitarnos del medio sus preguntas curiosas y sin fundamento: hemos de alimentar más esa duda que nos preguntan.
Por ejemplo, si tu hijo al bañarse pregunta por qué en el espejo del baño aparecen pequeñas gotitas de agua si no lo hemos mojado, podemos iniciar un debate: “y tú, ¿qué crees?”, atendiendo activamente a su respuesta.
Los niños necesitan que pasemos tiempo de calidad con ellos; necesitan sentirse escuchados y necesitan trabajar esa curiosidad para que no desaparezca en ningún momento de su vida. Investigaciones como esta demuestran que es una de las mayores garantías de que querrán seguir sabiendo para siempre.
“Intuitivamente, la curiosidad parece pertenecer a los que más saben, como los científicos, y a los que menos saben, como los bebés”, dijo Wang.
En Bilbury Preescolar trabajamos con círculos de conversación, permitiéndoles a los pequeños expresarse y compartir sus conclusiones de acuerdo con su experiencia.